martes, 16 de octubre de 2012

"Misioneros de la Fe" Escrito del Sr. Obispo con motivo del Domund 2012 (21 de Octubre)

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Vamos a celebrar el Domingo Mundial de la Propagación de la fe (Domund) en un momento en que convergen: los 50 años del comienzo del Concilio Vaticano II, el Sínodo de Obispos sobre la Nueva Evangelización y el ‘Año de la Fe’ convocado por el Papa Benedicto XVI. Es una buena ocasión para recordar y profundizar en algunas dimensiones constitutivas de la Iglesia.


1. La Iglesia es, por su misma naturaleza, misionera
 
El Domund nos advierte que “no podemos permanecer tranquilos, pensando en los millones de hermanos y hermanas, redimidos también por la sangre de Cristo, que viven sin conocer el amor de Dios (Juan Pablo II, RMi, nº 86).
 
Pablo VI ya subrayó con fuerza que anunciar el Evangelio “no constituye para la Iglesia algo de orden facultativo: está de por medio el deber que le incumbe, por mandato del Señor, con vistas a que los hombres crean y se salven. Sí, este mensaje es necesario. Es único. De ningún modo podría ser reemplazado” (EN, 5)
 
Necesitamos, por tanto, retomar el mismo fervor apostólico de las primeras comunidades cristianas que, pequeñas e indefensas, fueron capaces de difundir el evangelio en todo el mundo entonces conocido mediante su anuncio y testimonio. Es necesario renovar el entusiasmo de predicar la fe para promover una nueva evangelización de las comunidades y países de antigua tradición cristiana, que están perdiendo la referencia de Dios, de forma que se pueda redescubrir la alegría de creer.
 
El Concilio Vaticano II y el magisterio posterior de la Iglesia insisten en modo especial en el mandamiento misionero que Cristo ha confiado a sus discípulos y a todo el Pueblo de Dios: obispos, sacerdotes, diáconos, consagrados y laicos.
 
2. Evangelizar es la prioridad de la Iglesia hoy
 
Evangelizar implica adecuar constantemente estilos de vida, planes pastorales y organizaciones diocesanas a esta dimensión fundamental de ser Iglesia, especialmente en nuestro mundo, que cambia de continuo.
 
También hoy, ha señalado Benedicto XVI, la misión ad gentes debe ser el horizonte constante y el paradigma en todas las actividades eclesiales, la evangelización debe llevar a una renovada adhesión personal y comunitaria a Cristo.
 
No podemos olvidar que la crisis de fe, que no afecta sólo al mundo occidental, sino a la mayor parte de la humanidad, convive con el hambre y sed de Dios que todo hombre experimenta, aun sin saberlo. Por eso la Iglesia debe invitar y conducir al pan de vida y al agua viva que es Cristo, como la samaritana condujo a sus paisanos al encuentro con el Mesías enviado de Dios.
 
3. El anuncio del Evangelio se transforma en caridad
 
La fe en Dios es, ante todo, un don de Dios que hemos de acoger con el corazón y con la vida, pero no para disfrutarlo a solas, sino para ser compartirlo con los demás. La prueba infalible para verificar que el anuncio del Evangelio es auténtico es comprobar que se traduce de inmediato en frutos de justicia y de paz: ayuda al prójimo, justicia para los más pobres, posibilidad de instrucción, asistencia médica en lugares remotos, superación de la miseria, rehabilitación de los marginados, apoyo al desarrollo de los pueblos, superación de las divisiones étnicas, respeto por la vida en cada una de sus etapas...
 
El Papa Benedicto nos recuerda, al convocar el Año de la Fe, que no se pueden separar la fe y la caridad: “El Año de la fe será también una buena oportunidad para intensificar el testimonio de la caridad. San Pablo nos recuerda: «Ahora subsisten la fe, la esperanza y la caridad, estas tres. Pero la mayor de ellas es la caridad» (1 Co 13, 13). Con palabras aún más fuertes, el apóstol Santiago dice: « ¿De qué le sirve a uno, hermanos míos, decir que tiene fe, si no tiene obras? ¿Podrá acaso salvarlo esa fe? Si un hermano o una hermana andan desnudos y faltos de alimento diario y alguno de vosotros les dice: “Id en paz, abrigaos y saciaos”, pero no les da lo necesario para el cuerpo, ¿de qué sirve? Así es también la fe: si no se tienen obras, está muerta por dentro. Pero alguno dirá: “Tú tienes fe y yo tengo obras, muéstrame esa fe tuya sin las obras, y yo con mis obras te mostraré la fe”» (St 2, 14-18). La fe sin la caridad no da fruto, y la caridad sin fe sería un sentimiento constantemente a merced de la duda. La fe y el amor se necesitan mutuamente”.
 
4. Los misioneros diocesanos
 
Tenemos misioneros de nuestra diócesis de Mondoñedo-Ferrol en lugares muy lejanos como Japón, Australia, Tailandia. Y en África (Mozambique, Camerún, Egipto, Guinea Ecuatorial) así como en América del Sur (Argentina, Venezuela, Bolivia, Chile, Perú, Brasil) y en Méjico, Estados Unidos y Cuba. Con ellos mantiene contactos periódicos la Delegación Diocesana de Misiones y yo mismo tengo la oportunidad de conocerlos y escuchar sus gozos y preocupaciones cuando nos visitan para el necesario descanso.
 
Hoy rezamos por ellos y nos sentimos orgullosos de estos hermanos nuestros en la fe que lo dejan todo para anunciar el Evangelio a los hermanos que viven lejos de nosotros.
 
 


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